Semana: En la mente, depresión. Miércoles
Editorial | Alimentación y depresión | Un relato conmovedor | Distintas formas de vivir la depresión
Semana 1: Antes de sanar, al arte de prevenir | Semana 2: Hablemos de diabetes | Semana 3: La salud mental es fundamental | Semana 4: Cosas del corazón, cardiología | Semana 5: Músculos y huesos | Semana 6: Joyas de infectología | Semana 7: Oncología
Editorial:
Aunque no me veas, sigo aquí
Hay preguntas que se abren despacio, como si no quisieran interrumpir lo que duele.
Esta semana, una de esas preguntas se instaló en mí sin buscar permiso:
¿Cuántas veces alguien ha querido ser escuchado sin tener que alzar la voz?
No lo pensé en términos abstractos. Lo sentí en el cuerpo. En una conversación que no ocurrió. En un silencio que, con los años, se volvió parte del paisaje. A veces, no hace falta vivir el abandono directamente para entender su forma. Basta con haberlo visto de cerca, en alguien que suele ser interrumpida y desacreditada.
Así comenzó esta edición.
No es un intento de responder con teorías, sino una forma de mirar con más honestidad las múltiples formas del sufrimiento humano. Porque la depresión —esa palabra que a veces se usa con descuido— no tiene una sola cara. Se filtra distinto en cada edad, en cada biografía, en cada cuerpo.
En esta entrega reunimos voces que suelen estar separadas:
La del adolescente que duda de quién es.
La de la mujer que ya no se reconoce en el espejo.
La del hombre que bebe para no pensar.
Y la de alguien que envejeció sin que nadie le pregunte si aún sueña.
Todas esas voces se cruzan en una sala sin ventanas, donde no se ofrece consuelo fácil, pero sí un espacio donde lo humano no se corrige, se acompaña.
También hablamos de alimentación y salud mental, no para imponer soluciones, sino para abrir otro ángulo de cuidado. Y recogemos perlas clínicas y hallazgos técnicos que ayuden a quienes atienden, para que la evidencia camine al lado de la empatía.
Esta vez trabajé frente al espejo. No solo para informar, también para tratar de ayuda a reparar lo que uno no sabía que estaba roto y está; a través de lo que me sale bien, escribir.
Gracias por leer.
Gracias por quedarte.
Gracias por ver —aunque sea por un momento— a quienes llevan años esperando ser vistos.